La lucha por salvar un árbol –el azufaifo– frente a la vorágine constructora en Barcelona ejemplifica la naturaleza esquizofrénica de esta ciudad últimamente tan en boga. Se trata de un conflicto que descubre la tensión entre la ciudad con su inmaculado Fórum frente al Campo de la bota y sus fusilamientos, su multicultural Raval frente a las escenas sórdidas del distrito Quinto o “Barrio Chino”, sus escaparates de diseño para los turistas del norte de Europa frente a una metrópolis subterránea ácrata e iconoclasta, multicultural y políglota, un espacio urbano incapaz de someterse a los dictados del pensamiento único…
Supone también, qué duda cabe, un botón de muestra de lo que ha sido el modelo de crecimiento español en la última década: un patrón suicida que se apoyó exclusivamente en las virtudes del cemento y el hormigón armado en detrimento de las personas y el entorno.