Helena Torres Sbarbati se crió en el Cono Sur, donde aprendió a jinetear, disparar y campear. Desde esas orillas saltó el charco grande, donde se enriquece ejerciendo de domadora de adolescentes, disertadora, escaladora y malabarista de la precariedad. Padece obsesión por los fluidos e hipersensibilidad a las ataduras mononucleares. Vive en un palacio en Collserola, Barcelona, desde donde intenta poner orden entre sus personalidades múltiples. Decidió publicar esta su primera novela después de que un pino de grandes dimensiones cayera sobre el tejado de su habitación mientras dormía. No pudo soportar la evidencia de que moriría sin intoxicar a nadie con el hedor de sus vísceras.
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